El despertar
Después de rebajar las pretensiones de componer la nueva música del S. XXI nos encontramos ante un escenario más realista. La mente, una vez hechos estos enormes y por otro lado vanos, esfuerzos, se relaja y piensa con mayor claridad. Así es como debemos acometer la tarea propuesta. Esta es la de crear un “corpus” intelectual donde descansen las prácticas de la nueva música.
La mente se relaja y con ello también las pretensiones. Nos ajustamos mejor a nuestros medios y conocemos mejor nuestras capacidades.
El objetivo es componer una música que se adecue a nuestro tiempo. Nuestro tiempo tiene una pesada carga histórica. Pero, sin duda será la música del pasado siglo la que nos sirva como referente inmediato..
Tenemos en cuenta las dos tendencias más significativas de la nueva música del S. XX. (El serialismo integral y la aleatoriedad) junto con el gran desafío de aquel siglo: El timbre.
Las dos tendencias de vanguardia, tan parecidas en su escucha pero tan diferentes en sus postulados, parecen vistas ahora como ingenuas propuestas. Su enorme contribución intelectual representa, quizá, el último intento de ahondar en el control de las alturas y los ritmos de una manera vanguardista.
El timbre continua siendo el desafío. Es el último de los parámetros del sonido que sigue sin ordenar. El compositor no dispone de una forma básica o escala donde agarrarse y se guía “solo” por su instinto. Pero el instinto puede ser un reflejo poderoso del talento y, a menudo, los compositores dejan ver más con su olfato que con su pensamiento.
Pero el timbre, por si solo, se aleja de la música como arte del movimiento y se acerca a las artes plásticas. Para variar el timbre, hay que procesarlo, y para ello debemos “congelar” los otros parámetros del sonido. La música se para y nos convertimos en escultores.
El músico actual, para ello, no debe olvidar las herramientas informáticas. La modificación del timbre es posible, pero el músico debe convertirse en programador y, entonces, cada composición carece de un Standard donde transcribirla. Cada composición tiene su propio lenguaje y, entonces, la grabación es el único medio de dar a conocer la música. La sensación de pintar con los sonidos se acentúa con esta técnica. Se pierde la característica de la música. La de fijar de una manera universal el tiempo en el espacio. Se pierde esa maravillosa convención que es la partitura. La dinámica de componer-escribir-leer-interpretar y escuchar que tantas economías de escala genera, se simplifica. La grabación no deja de ser un cuadro musical…
La nueva música debe poseer tres cualidades: Escritura, modernidad y belleza.
La música debe ser escrita en una partitura. De esta manera se asegura su universalidad. La música, así, se ajusta a una convención que asegura su comprensión. Involucramos de esta manera a más invitados que ayudan a ejecutar las partes que el compositor escribe pero que no sabe leer…
El lenguaje universal nos asegura otra característica importante. La combinatoria.
El continuo sonoro, en la partitura, es separado en diferentes valores discretos. Estos se pueden combinar… pero la escritura representa un problema para la nueva música. El nuevo lenguaje supera los límites de las viejas partituras, pero, a su vez, las nuevas escrituras se convierten en dialectos incomprensibles. Como muchos de ellos, suenan bien, pero no se entienden. El músico se encuentra en la situación de hacerse entender con una música que supera los límites de la convención escrita. Cuando quiere progresar en el lenguaje musical se encuentra con que su música no se puede escribir. Por eso la encierra dentro de una grabación o la mete en una nueva escritura que el ha inventado y que el solo comprende.
Los nuevos músicos deben buscar una escritura común. Tarea, sin duda, más que compleja…
La modernidad se refiere a presente y éste se encarna en el público. Cuando la audiencia escucha la obra se produce el presente, el ahora. La música debe ser escrita para el público del "Hoy". Pero no es una relación de complaciencia con la audiencia. El sonido no solo acaricia también debe "despertar". La gran música debe incomodar al igual que gustar...
La belleza...