MAESTROS & DISCIPULOS. RESIDENCIA DE ESTUDIANTES. 15 de junio de 2007. Obras de Poulenc, Rueda y Mateo.
Ciclo de Conciertos "Estrenos en la Residencia". 14 de Junio de 2007. 19:30. Residencia de Estudiantes. Obras de Francis poulenc, Jesús Rueda y Luis Mateo.
Obras:
-Poulenc. Sonata para flauta y piano. 1956.
-Jesús Rueda. Interludios. Selección.
-Luis Mateo. Sexteto con piano. 2007
-Jesús Rueda. Sonata "Ketjat"
-Francis Poulenc. Sexteto con piano. 1932-1939.
Jesús Rueda
"Ustides puedin apagar sus tilifonos...gracieis". El acento le delata. Es Ananda Sukarlan, el pianista indonesio afincado en España, el de los vestidos exóticos. Esta vez nos presenta tres de los veinticuatro Interludios para piano de Jesús Rueda. El primero, titulado Dibujo, se trata de una cortísima y bonita pieza . El segundo adios presenta en su comienzo una serie de sonidos cuyas resonancias producen unas armonías bellísimas. por último escuchamos Chopin, una especie de divertimento donde el compositor simula tocar una pieza de jazz. Está muy bien. El piano pasa por todos los registros para acabar en un fantástico y forttissimo grave.
El Sexteto para piano de Luis Mateo comienza con unos cluster de piano que los vientos van a ir tratando de desgranar. Esta parece la tónica de la partitura hasta que todo el conjunto ejecuta un acorde. Pasamos a escuchar un pasaje de acordes-timbre y, ahora, la impresión es que no se quiere desgranar esos cluster, sino confirmarlos. Mientras el pianista produce extraños sonidos rasgando con las manos las cuerdas del instrumento, no podemos dejar de pensar que esta música se ha convertido en un momento pre-musical. El conjunto está afinando... Efectivamente hay algo "extramusical" en la partitura. No parece un conjunto de músicos tocando, sino un grupo de personas discutiendo. Se oye una sirena, ¡Ah! no..., es el clarinete. El público llega a la conclusión de que se trata de una propuesta inasumible, explicitamente desagradable (las notas al programa del propio compositor lo confirman) por lo que, esta vez, los aplausos son mera cortesía.
La sonata Ketjaj es una pieza para piano de escritura clara, aunque no se perciba un tema claro. Se puede decir que las notas están organizadas, que conforman una cierta simetría donde cabe, también, el lirismo. Desde el principio el pianista nos sumerge en un torrente alocado de notas. La partitura es de una gran dificultad técnica y Sukarlan hace rugir al piano como si fuera un león.
El Sexteto para piano de Luis Mateo comienza con unos cluster de piano que los vientos van a ir tratando de desgranar. Esta parece la tónica de la partitura hasta que todo el conjunto ejecuta un acorde. Pasamos a escuchar un pasaje de acordes-timbre y, ahora, la impresión es que no se quiere desgranar esos cluster, sino confirmarlos. Mientras el pianista produce extraños sonidos rasgando con las manos las cuerdas del instrumento, no podemos dejar de pensar que esta música se ha convertido en un momento pre-musical. El conjunto está afinando... Efectivamente hay algo "extramusical" en la partitura. No parece un conjunto de músicos tocando, sino un grupo de personas discutiendo. Se oye una sirena, ¡Ah! no..., es el clarinete. El público llega a la conclusión de que se trata de una propuesta inasumible, explicitamente desagradable (las notas al programa del propio compositor lo confirman) por lo que, esta vez, los aplausos son mera cortesía.
La sonata Ketjaj es una pieza para piano de escritura clara, aunque no se perciba un tema claro. Se puede decir que las notas están organizadas, que conforman una cierta simetría donde cabe, también, el lirismo. Desde el principio el pianista nos sumerge en un torrente alocado de notas. La partitura es de una gran dificultad técnica y Sukarlan hace rugir al piano como si fuera un león.