Wednesday, June 06, 2007

CDMC 06/07. AUDITORIO 400. 4 de junio. SOLISTAS DE LA ORCAM. Monográfico Agustín Charles.

Temporada del CDMC 2006/07. 4 de junio de 2007. 19:30. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Auditorio 400. Solistas de la ORCAM. Director: José Ramón Encinar.

Monográfico Agustín Charles:
-Unstable Surface.

-Cants. Libro I.

-Cielo de ceniza.
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-Cants. Libro II.
-Piano quartet.
-Concertino para clarinete y grupo de cámara.


Sorprendente el concierto escuchado en el Reina Sofía. Aunque el programa estaba dedicado de manera monográfica al compositor catalán Agustín Charles, se pudo asistir a dos partes muy diferentes divididas por el descanso. Empezamos, pues, por la primera parte del concierto. Estas tres piezas tienen en común lo que se puede denominar como "una forma flexible". Las notas al programa hablan de un autor que quiere hacer entender sus obras "sin necesidad de un manual para desentrañarlas", pero con estas formas tan indeterminadas es dificil complacer los deseos del compositor. La reflexión que se impone sobre estas tres primeras piezas determina que estamos ante una música que, para su comprensión, requiere un esfuerzo por parte del público. Una música para las élites. Una música elitista.

La primera de estas obras, Unstable surface para conjunto instrumental, presenta muchos recursos tímbricos, armónicos por aquí y por allá producidos por el golpeo con los arcos de las cuerdas y las placas de algún vibráfono. En la segunda pieza, Cants, Libro I para voz y piano, la soprano empieza con unos cantos en forma melismática que dan paso al piano. Éste va rompiendo los acordes y genera un motivo reconocible pero que no llega a hacer pensar, todavía, en una forma clara por lo que el público se centra en la "impresión estética", más cercana al sufrimiento que a la belleza. Los músicos estuvieron excelentes, interpretando la obra con hondura.

Cielo de ceniza
para mezzosoprano, viola y conjunto instrumental es la tercera y última pieza de esta primera parte. Se centra en un diálogo entre la voz soprano y la viola. Las notas del sintetizador despistaron al auditorio que premió esta primera parte del concierto con una clamorosa ovación. Pero todo esto cambió después del descanso con la escucha de las tres últimas composiciones. Estas obras se ofrecen al público como formas petreas, bien acabadas y enormemente brillantes.

El programa presenta
Cants. Libro II como una obra para soprano y contrabajo pero en el escenario se une un tercer intérprete de "sierra musical" (instrumento que, frotado, produce un sonido muy reconocible, ululante y burlón). La soprano anuncia las diferentes partes tocando instrumentos como los crótalos o las maracas. Intercala, entonces, partes entonadas con partes recitadas lo que, ayudado por el exotismo de la sierra, otorga a la pieza un tono de cuento. Las colas sonoras de este exótico instrumento se confunden con el ataque de la voz soprano creando un eco maravilloso. Alguno confundió el relato musical con un cuento para dormir y el muy bribón adornó el final de la pieza con un sonoro ronquido.

Piano quartet aparece en escena como un "piano trio" pues uno de los violines no sale. Aparentemente nadie se pone nervioso (incluido el bribón que sigue a lo suyo) y se decide que este detalle no tiene demasiada importancia para el devenir musical. El violín y la viola ejecutan obstinadamente un motivo sobre el registro agudo que sirve de hilo conductor. Más tarde el piano adquiere mayor protagonismo con un pasaje repleto de staccatti. Sin duda hemos abandonado las formas laxas del inicio, pero el muy bribón ronca que te ronca.

Cuando comienza la última pieza, Concertino para clarinete y grupo de cámara, no hace falta que transcurra mucho tiempo para darse cuenta de que el solista, Salvador Salvador, es un extraordinario músico. Su relajada presencia, de pie, da confianza al auditorio que prevé con éxito una interpretación ligera y brillante que soluciona los problemas de la obra con soltura, convirtiendo las dificultades técnicas de la partitura en verdadera música virtuosa. Esta abrumadora presencia del clarinete no impide una escucha nítida de toda la pieza que, aunque compuesta en un solo movimiento, tiene diferentes partes bien delimitadas como el fantástico solo de clarinete o el exhuberante duo entre percusión e instrumento solista.

Al terminar, el compositor sube a escena y saluda a todos los intérpretes. Clamorosa ovación, el publico aplaude y varios gritan los consabidos "¡Bravos!". Tanto éxtasis provoca que el clarinete, incendiado por las diabólicas notas de Charles, se derrumbe mientras el solista recoge los merecidos elogios. Curioso. Al final, el instrumento, también cae rendido.
Otro acierto más del CDMC que permite escuchar dos conciertos por el precio de uno.

P.D. La entrada es gratuita.