CDMC 06/07. AUDITORIO 400. 11 de junio. CICLO RESIDENCIAS (III). Varios compositores.
Temporada del CDMC 2006/07. 11 de junio de 2007. 19:30. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Auditorio 400. Ciclo Residencias (III). Trío Arbós. Neopercusión. Jesús Torres, compositor residente.
Obras:
-Cesar Camarero: 33 maneras de mirar un vaso de agua.
-Franco Donatoni: Arpège.
-Magnus Lindberg: Metal Work.
-Jesús Torres: Manantial de luz.
Camarero - Donatoni - Lindberg - Torres
Empiezan por la obra de Cesar Camarero titulada 33 maneras de mirar un vaso de agua. Se nota el interés del compositor por lo tímbrico. Destacan dentro de la pieza la mezcla del ataque de algunos timbres percusivos con la cola de un vibráfono frotado. Este recurso está, quizá, sobreutilizado ya que es una manera muy sencilla y vistosa de "cerrar" el sonido, pero es por esta misma razón por lo que debería ser usado con mayor moderación. Hay otras partes de la pieza donde se utiliza la repetición y son éstas donde el público comprende mejor la música. Quizás esto representa un problema pues nos hace preguntarnos por la idea de la composición. Para aclarar este último punto incluimos unas palabras extraidas de las notas al programa donde el propio compositor hace un comentario de su obra : "...un pintor japonés de la antigüedad se pasó toda su vida pintando únicamente un solo tipo de pez, siempre desde distintos puntos de vista, en el agua, fuera del agua, en el atardecer, etc., cada vez como si fuera la primera que lo pintaba, como si nunca antes lo hubiera pintado"
"¿Que es un arpegio, a fin de cuentas, sino una escalera de tramos abiertos que deja pasar la luz entre sus escalones? Un arpegio es una escala transparente" Después de leer estas sugerentes notas escritas en el programa pasamos a escuchar Arpége para cuerdas, clarinete,, flauta, percusión y piano. Una obra de una escritura clara y con talento que no escatima en aplicar la repetición a varios de sus motivos. Todos los elementos se escuchan con claridad. Los instrumentos y sus consecuencias tímbricas son introducidos creando varias capas muy nítidas que ayudan a "engancharse" al desarrollo musical. Esto queda patente en el principio de la pieza donde el piano y la percusión introducen unas figuras muy claras que dejan paso a un timbre "rasgado" de las cuerdas que más tarde se clarifica con el solo de violín.
Escuchamos, después del descanso, la versión para acordeón y percusión (existe otra donde el acordeón se sustituye por un sintetizador) de Metal Work de Magnus Lindberg, obra donde los timbres encajan a la perfección. Los registros de la percusión no parecen, como en otras obras, efectos "aleatorios" sino que nos trasladan a lo que parece una forma que recuerda a la composición con muestras o "samples" que se efectua en la música electrónica. Sin duda los sonidos están combinados con absoluta precisión. Al final de la obra todo esto se olvida y el acordeonista abandona su instrumento para comenzar un sorprendente duelo de gongs con el percusionista.
Y por último nos ofrecen lo que parece el plato fuerte del concierto. Manantial de luz de Jesús Torres. Obra para percusión, piano, flauta, clarinete, dos violines y chelo dividida en cinco movimientos ininterrumpidos. Algunos de ellos tienen una gran belleza como el sugerente comienzo del piano y la percusión o aquel donde la marimba crea un trino menor y, junto a los trémolos de las cuerdas, permite desgranar un atisbo de melodía al piano. En otra de los pasajes no hay ningún reparo en utilizar un lenguaje abiertamente tonal (se utilizan armonías sin progresión donde el compositor se recrea en una tónica por lo que no se trata en rigor de lenguaje tonal sino de algo más parecido a la "cita" tonal, al gusto por el acorde) que luego se encarga de "maquillar", aunque sin ningún ánimo de esconder el tono. Este recurso nos hizo trasladarnos por algún momento al lenguaje de la música cinematográfica. Muy bella es tambíen la llamada "anticadencia" donde el piano, como bien señala el programa, se recrea en un solo lento y tranquilo donde la pausa nos sugeriría un movimiento virtuoso y cargado. Después de un extasis producido por el piano y la percusión se inicia la conversación (o, mejor dicho, la meditación) de los timbres percusivos protagonizada principalmente por los gongs. Los músicos, muy aplicados, se dirigen hacia su nuevo instrumento para sugerir esta emocionante coda final. Mientras el sonido se desvanece el compositor recoge la ovación del auditorio e invita a Cesar Camarero y a los intérpretes a unirse al calor de los aplausos del público.