Saturday, October 14, 2006

El vendedor de seguros

Charles Ives se ganó la vida vendiendo seguros. A parte de eso es el compositor americano más importante de la historia.

Después de acabar los estudios superiores tomó la decisión de dejar su labor musical en el ambito privado empezando una carrera llena de éxitos en el mundo de las empresas de seguros.

Durante varias decadas sus composiciones estuvieron enterradas en el anonimato. Quizá sea esta la razón por la que una extraña heterodoxia domina todas sus obras. Mientras el academicismo musical de principios de siglo luchaba por el proceso de "emancipación de la disonancia" Ives utilizaba con toda naturalidad furiosas politonalidades como en Central Park in the Dark o tenía maravillosos detalles como el de utlizar al final de su Concorde Sonata para piano una flauta para dibujar unos detalles melódicos, que de otro modo hubieran pasado como meras excentricidades. Quizá fuera uno de esos espíritus forjados en la más absoluta libertad que va más allá de cualquier vanguardia impuesta. La vanguardia era él.

Copland decía que había que tener el "coraje de un león" para componer durante más de tres decadas en solitario toda aquella gran obra.

Al final de su carrera tomó la decisión de recopilar todas sus canciones que inundaban sus archivos y mandarlas a varias universidades. La extrañeza de los destinatarios debió de ser considerable al recibir tan extraño "paquete" de parte de un adinerado anciano.

Con los años su obra se empezó a conocer gracias al interés de jovenes compositores como Bernard Herrmann, que fueron desenterrandola y dándola a conocer al público.

Quedó incompleta una de sus más ambiciosos proyectos. Una monumental obra orquestal tocada por tres orquestas sinfónicas simultaneamente en un gran valle de algún lugar de Norteamérica.

"Trataba de despertar un poco a la gente, para que no se pasaran la vida con los oídos constantemente masajeados por la misma vieja música"