Thursday, April 03, 2008

Un piano vuelto del revés.

La música que escuchamos bajo una determinada forma no se comporta de una manera diferente a como lo hace culquier otra cosa. El oyente percibe la superficie y, en algún sentido, lo profundo queda invisible. Es decir, y esto es una perogrullada, lo que no se ve es invisible.

Y ahí nos encontramos con la siguiente característica de toda buena música. Generalmente lo que se escucha es simple y lo que no se escucha es complejo. De esta manera el público, que es el destinatario de la forma, reconoce con un aplauso el buen trabajo del compositor después de disfrutar de la audición. "Aunque no lo vemos", parecen decir los oyentes, "sabemos que bajo la aparente simplicidad de la exposición se encuentra un complejo y velado mecanismo. Muchas gracias señor compositor por su trabajo, ya se discutirá sobre él en otros foros." (Quienes discuten sobre esto son los analistas y, por cierto, no aplauden)

Un ejemplo para comprender esta exposición lo podemos encontrar en la herramienta fundamental de todo músico. El piano es muy facil de utilizar. Presionamos una tecla y suena una nota. Siempre suena, más piano o más forte, con pedal o sin pedal. No tiene mucho más
misterio. Pero si levantamos la tapa encontramos un complejo sistema de cuerdas dificil de descifrar, y nos preguntamos desconsolados como se hace para que el macillo golpee las cuerdas a la orden de un dedo. Eso no se ve.

Así concluimos que la música que busca impresionar al público con propuestas inasumibles es como un piano vuelto del revés. Tocando una cuerda sonaría una tecla.