Un combate desigual
La mitología musical moderna ha intentado confrontar a dos gigantes de la música como si fueran dos púgiles. Pero este combate, tan intelectualmente atractivo, no se dio en todo su esplendor y además, si se hubiera dado, hubiera sido un combate desigual. Se trata de la confrontación de los estilos musicales de Arnold Schoenberg e Igor Stravinsky.
Las relaciones entre los dos compositores se pueden calificar de desinterés mutuo. Sin duda conocían la obra del otro, pero sus planteamientos eran tan dispares que se contemplaban con frialdad y distancia. Llegaron a vivir en Los Ángeles durante el mismo periodo de tiempo y, sin embargo, no se llegaron a encontrar nunca. Y no eran dos compositores solitarios o bohemios, se trataba de dos hombres de mundo que habían tratado con todos los compositores importantes de su época y no escatimaban esfuerzos en relacionarse y colaborar con todo tipo de artistas (Stravinsky y Cocteau, Schoenberg y Kandinsky por citar ejemplos de colaboraciones fructiferas y muy conocidas). Así que esta especie de "mirar hacia otro lado" puede ser la característica principal de este combate. El combate consistió en que no hubo combate. Polemizaron poco y, de vez en cuando, hablaban el uno del otro con un respeto extraño y lejano.
Podemos atisbar alguna razón de esta falta de lucha entre dos personajes que, en principio, parecían destinados a polemizar. Ambos se sabían muy superiores al otro en la parte de la música que dominaban. El vienés ha sido la mayor consciencia musical de todos los tiempos. El ruso representa al músico total que intenta dominar todos los estilos para transformarlos. Ambos cambiaron la historia de la música. El primero quiso cambiar los fundamentos y el segundo quiso reveinventar todos los estilos.
No se les puede llamar músicos revolucionarios pues sus miradas hacia el pasado son constantes, pero su preocupación por la creación de la nueva música es una de sus características principales. Schoenberg se vuelve hacia la esencia del sonido para buscar respuestas a estas inquietudes. Crea un nuevo método de composición en base a su reflexión personal sin hacer demasiado caso a cualquier argumento historicista. Con Schoenberg, la teoría musical se reinventa. Stravinsky, más preocupado por los problemas estéticos que el austriaco tanto despreciaba, juega con los estilos. No le importan tanto los números como los sonidos en si. Salta de un lenguaje posromántico de sus primeras obras a las devastadoras sensaciones de "La consagración de la primavera". Lejos de anquilosarse en este nuevo lenguaje, vuelve continuamente hacia formas y estéticas convencionales a las que añade su personal estilo. Así construye una de las obras más gigantescas de toda la música, convirtiéndose casi con certeza en el compositor de referencia del S. XX.
Schoenberg escribió unos versos satíricos en los que se burlaba de los "atajos" que tomaba Stravinsky para llegar a la modernidad, llamándole "Modernsky". Esto no gustó al ruso que, tiempo despúes a la pregunta sobre la opinión que tenía del serialismo responde que se siente más cómodo con el número 7 que con el 12. En la última étapa de su vida Stravinsky compuso algunas obras utilizando (siempre bajo su personal estilo) la escala dodecafónica.
"...Cualquiera que sea la opinión que se tenga de la música de Arnold Schoenberg -para citar el ejemplo de un compositor que evoluciona sobre un plan esencialmente distinto del mío, tanto por la estética como por la técnica- cuyas obras han producido a menudo violentas reacciones o sonrisas irónicas es imposible que un espíritu honrado y provisto de una verdadera cultura musical deje de notar que el autor de Pierrot Lunaire es cabalmente consciente de lo que hace y que no engaña a nadie. Ha creado el sistema musical que le convenía, y en ese sistema es perfectamente lógico consigo mismo y perfectamente coherente..." Stravinsky. Poética musical. 1942.
Las relaciones entre los dos compositores se pueden calificar de desinterés mutuo. Sin duda conocían la obra del otro, pero sus planteamientos eran tan dispares que se contemplaban con frialdad y distancia. Llegaron a vivir en Los Ángeles durante el mismo periodo de tiempo y, sin embargo, no se llegaron a encontrar nunca. Y no eran dos compositores solitarios o bohemios, se trataba de dos hombres de mundo que habían tratado con todos los compositores importantes de su época y no escatimaban esfuerzos en relacionarse y colaborar con todo tipo de artistas (Stravinsky y Cocteau, Schoenberg y Kandinsky por citar ejemplos de colaboraciones fructiferas y muy conocidas). Así que esta especie de "mirar hacia otro lado" puede ser la característica principal de este combate. El combate consistió en que no hubo combate. Polemizaron poco y, de vez en cuando, hablaban el uno del otro con un respeto extraño y lejano.
Podemos atisbar alguna razón de esta falta de lucha entre dos personajes que, en principio, parecían destinados a polemizar. Ambos se sabían muy superiores al otro en la parte de la música que dominaban. El vienés ha sido la mayor consciencia musical de todos los tiempos. El ruso representa al músico total que intenta dominar todos los estilos para transformarlos. Ambos cambiaron la historia de la música. El primero quiso cambiar los fundamentos y el segundo quiso reveinventar todos los estilos.
No se les puede llamar músicos revolucionarios pues sus miradas hacia el pasado son constantes, pero su preocupación por la creación de la nueva música es una de sus características principales. Schoenberg se vuelve hacia la esencia del sonido para buscar respuestas a estas inquietudes. Crea un nuevo método de composición en base a su reflexión personal sin hacer demasiado caso a cualquier argumento historicista. Con Schoenberg, la teoría musical se reinventa. Stravinsky, más preocupado por los problemas estéticos que el austriaco tanto despreciaba, juega con los estilos. No le importan tanto los números como los sonidos en si. Salta de un lenguaje posromántico de sus primeras obras a las devastadoras sensaciones de "La consagración de la primavera". Lejos de anquilosarse en este nuevo lenguaje, vuelve continuamente hacia formas y estéticas convencionales a las que añade su personal estilo. Así construye una de las obras más gigantescas de toda la música, convirtiéndose casi con certeza en el compositor de referencia del S. XX.
Schoenberg escribió unos versos satíricos en los que se burlaba de los "atajos" que tomaba Stravinsky para llegar a la modernidad, llamándole "Modernsky". Esto no gustó al ruso que, tiempo despúes a la pregunta sobre la opinión que tenía del serialismo responde que se siente más cómodo con el número 7 que con el 12. En la última étapa de su vida Stravinsky compuso algunas obras utilizando (siempre bajo su personal estilo) la escala dodecafónica.
"...Cualquiera que sea la opinión que se tenga de la música de Arnold Schoenberg -para citar el ejemplo de un compositor que evoluciona sobre un plan esencialmente distinto del mío, tanto por la estética como por la técnica- cuyas obras han producido a menudo violentas reacciones o sonrisas irónicas es imposible que un espíritu honrado y provisto de una verdadera cultura musical deje de notar que el autor de Pierrot Lunaire es cabalmente consciente de lo que hace y que no engaña a nadie. Ha creado el sistema musical que le convenía, y en ese sistema es perfectamente lógico consigo mismo y perfectamente coherente..." Stravinsky. Poética musical. 1942.